martes, 16 de marzo de 2021

17. “ARMONÍA” III. FRUCTÍFEROS EN EL ESPÍRITU.

Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación. (Efesios 4: 3, 4).

El Espíritu Santo desea actuar con el instrumento humano que es consagrado; este es el propósito de Dios. Nadie podrá cerrar la puerta que él abrió entre el cielo y la tierra. Invita a cada uno a ser puro y santo, y a que se santifique, a fin de que la obra para este tiempo pueda realizarse. Cuando el pueblo de Dios establezca una correcta relación sólo con él, y del uno con el otro, el Espíritu Santo será impartido en plenitud para la complementación armoniosa de todos los integrantes del cuerpo.

Nada debilita tan manifiestamente a una iglesia como la desunión y la contienda. Nada batalla más contra Cristo y la verdad que ese espíritu. "Por sus frutos los conoceréis" (Mat. 7: 20).  "¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?  Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos?  Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce. ¿Quién es sabio y entendido entre vosotros?  Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre" (Sant. 3: 11-13).

"Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado. Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.  Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados" (Heb. 12: 12-15).

Mientras estemos en este mundo cada uno debe mantenerse unido al otro. La humanidad está entrelazada y entretejida entre sí. El Señor nos creó de este modo, y, cuando se producen desengaños, nadie debe pensar lo peor acerca del otro. Aunque somos miembros individuales, integramos un cuerpo que es un todo. Las batallas de la vida las libramos en el desamparo y la desilusión, y como hijos e hijas de Dios a los que también llama sus amigos, nos convoca para que nos ayudemos unos a otros. Esto es parte del cristianismo práctico.- Signs of the Times, 7 de febrero de 1900. 88

 

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