Que en grande prueba de
tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en
riquezas de su generosidad. (2 Corintios 8: 2).
Venceremos el egoísmo y
ejemplificaremos la mente de Cristo únicamente cuando los propósitos cristianos
sean conocidos en plenitud, la conciencia sea despertado al deber, y la luz
divina deje sus impresiones en el corazón y el carácter. Cuando el Espíritu
Santo obre en ellos, arrojarán todas las tendencias codiciosas y los deseos
engañosos.
Cuando un siervo del Señor es
portador de un mensaje para la iglesia, es Dios mismo quien habla al pueblo
para despertar su conciencia a fin de que sepa que no le ha entregado un diezmo
fiel, y que se equivoca cuando le parece que no es conveniente presentarle sus
ofrendas. Utilizan el dinero del Señor con propósitos personales al construir
casas, comprar caballos, carruajes y tierras para obtener buenos dividendos,
mientras que cada año repiten la misma excusa para abstenerse de dar.
"¿Robará el hombre a Dios?" (Mal. 3: 8). Por supuesto que puede. Al no tener una mente
espiritual, muchas veces incurre en este error por falta de discernimiento.
En algunas ocasiones, el Señor
obra decididamente en el corazón de los que son mundanos y egoístas. Mediante
el Espíritu Santo ilumina sus mentes y por su influencia enternece y subyuga su
corazón. Inspirados por un sentido de la abundante gracia de Dios, llegan a
considerar un deber el promover su causa y construir su reino. Aceptan el
consejo: "Haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín
corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan" (Mat. 6: 20). Desean tener parte en el reino de Dios y se
comprometen a dar de sus recursos para los proyectos de la causa del Señor. El
compromiso no lo hacen con los hombres, sino con Dios, en la presencia de sus
santos ángeles, que obran en el corazón de hombres que fueron egoístas y
amadores del dinero.- Review and Herald, 23 de mayo de 1893. 92
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