Abre su boca con sabiduría, y la
ley de clemencia está en su lengua. (Proverbios 31: 26).
En la gran obra de vencer y de
subyugar el egoísmo, el Señor está dispuesto a proporcionar ayuda a quien la
necesita. Permita que en sus labios esté
la ley de la bondad y que su corazón tenga el aceite de la gracia. Esto producirá maravillosos resultados. Llegará
a ser tierno, compasivo y cortés. Usted necesita todas estas virtudes. El
Espíritu Santo debe ser recibido e incorporado a su carácter. Entonces será
como fuego santo, cuyo incienso se elevará a Dios, no de labios que condenan,
sino como un agente sanador para el creyente.
Su semblante será una expresión de la imagen divina.
No deberían pronunciarse agudezas
hirientes, ni palabras ásperas, severas o de crítica. Esto es fuego extraño, y
debe dejarse fuera de las reuniones y del trato con los hermanos. Dios requiere
que cada creyente encienda su incensario con carbones de fuego santo. Las
palabras ordinarias, crueles, severas y duras que tan rápidamente brotan de los
labios, deben desecharse para que el Espíritu de Dios pueda hablar por
intermedio del agente humano. Si
contempla el carácter de Cristo usted será transformado a su semejanza.
Únicamente la gracia de Jesús es capaz de cambiar su corazón para que pueda
reflejar la imagen de Cristo. Para poder ser semejantes a él, Dios nos invita a
ser puros, santos y sin mancha. Debemos tener la imagen divina...
Podremos hablar de la bendición del Espíritu y hasta orar para recibirlo, pero, a menos que actúe en el hombre, será evidente que ese agente divino no está en su corazón. Cuando el Espíritu moldea y prepara el carácter a la semejanza de Cristo, esto será puesto en evidencia en forma inconfundible en cada palabra que se expresa y en todo lo que se hace. Esta realidad permite demostrar al mundo la diferencia abismal que existe entre los hijos de luz y los hijos de las tinieblas.
El Señor desea que en forma inflexible permanezcamos identificados con la fe que una vez fue dada a los santos. Debemos decir la verdad con amor. Nuestro gran Maestro dice: "Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga" (Mat. 11:29, 30).- Letter 84, 1899. 84
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