Mas yo os digo que de toda
palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del
juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás
condenado. (Mateo 12: 36, 37).
Dios desea que individualmente
adoptemos una posición que le permita hacernos depositarios de su amor. Por considerar que el ser humano es de
muchísimo valor, lo redimió mediante el sacrificio de su Hijo unigénito. Por lo
tanto, en nuestro prójimo debemos ver a alguien rescatado por la sangre de
Cristo. Si nos amamos entre nosotros, continuaremos creciendo en amor por Dios
y por la verdad. Duele mucho el corazón al ver cuán poco se cultiva el amor en
nuestro medio. El amor es una planta de origen celestial, y si deseamos que
florezca en nuestros corazones, debemos cultivarlo diariamente. La
apacibilidad, la delicadeza, el no dejarse irritar con facilidad, el soportar
todas las cosas y el ser paciente constituyen preciosos frutos del árbol del
amor.
Al estar con otros, cuide sus
palabras. Que la conversación sea de tal naturaleza que no necesite
arrepentirse. "Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual
fuisteis sellados para el día de la redención" (Efe. 4: 30). "El
hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca buenas cosas; y el hombre
malo, del mal tesoro saca malas cosas" (Mat. 12: 35). Si usted tiene el amor de Dios en su corazón
y ama la verdad, con la fe más santa deseará contribuir al desarrollo de su
hermano. Si oye algún comentario que perjudica a un amigo o hermano, no lo
fomente; es obra del enemigo. Al que lo exprese, bondadosamente recuérdele que
la Palabra de Dios prohibe esa clase de conversación.
Debemos vaciar el corazón de todo
lo que profane el templo del creyente para que Cristo pueda habitar en él. Nuestro
Redentor nos ha dicho cómo podemos darlo a conocer al mundo. Si apreciamos al
Espíritu, manifestaremos amor por los otros, velaremos por sus intereses, y si,
gracias a esos frutos, somos bondadosos, pacientes y perdonadores, el mundo
tendrá las evidencias de que somos hijos de Dios. Es la unidad en la iglesia la
que nos capacita para ejercer una concienzuda influencia entre los no creyentes
y los mundanos.- RH/5/06/1888. 79
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