Alégrate, joven, en tu juventud,
y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos
de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas
te juzgará Dios. (Eclesiastés 11: 9).
Al someternos a Dios, obtendremos grandes ventajas. Si tenemos debilidades de carácter, como de hecho pasa con todos, debemos unirnos a Uno que es poderoso para salvar. Nuestra ignorancia se unirá a la sabiduría infinita, nuestra fragilidad a la potencia perdurable y, a semejanza de Jacob, todos podemos llegar a ser príncipes con Dios.
Al relacionarnos con el Señor Dios de Israel,
recibiremos el poder de lo alto que nos capacitará para ser vencedores y, como
depositarios del amor divino, tendremos acceso al corazón de la gente. Aunque
trémulos, necesitamos aferramos al trono del Infinito para decirle: "No te
dejaré, si no me bendices" (Gén. 32: 26).
Se nos asegura que Dios nos
bendecirá, y que llegaremos a ser una bendición para los demás, porque él es
nuestra luz, nuestro regocijo y nuestro triunfo. Cuando los jóvenes entiendan lo que significa
contar con el favor y con el amor del Señor en el corazón, van a darse cuenta
del valor que tiene el privilegio de haber sido comprados por su sangre. Como resultado, consagrarán sus dones a Dios,
y se esforzarán con todas las energías que recibieron de lo alto para aumentar
sus talentos con el propósito de utilizarlos en el servicio del Maestro.
En medio del pecado y del crimen
que nos rodea, la única seguridad para los jóvenes reside en tener una relación
personal con Dios. Deben aprender a
buscarlo para poder ser investidos con el Espíritu Santo, y actuar sabiendo que
una hueste celestial está observándolos, dispuesta a asistirlos con toda
solicitud en tiempo de peligro y necesidad.
La juventud debe estar cercada con las barricadas de las amonestaciones
e instrucciones que hay contra la tentación.
Necesita ser enseñada a saber en qué consiste el estímulo que
proporciona la Palabra de Dios. Los
jóvenes deben tener un claro concepto de los peligros que implica dar un paso
en la senda del mal. Tienen que ser
educados para estimar los consejos que Dios tiene en sus sagrados
oráculos. Hay que enseñarles a tomar
decisiones en contra del mal, y a adoptar la determinación de no entrar en
ninguna senda en la que no puedan esperar la compañía de Jesús o que su
bendición los sostenga.- Review and Herald, 21 de noviembre de 1893. 146
AUDIO. https://youtube.com/playlist?list=PLvgp0opDuRFzYiJ_3Qer1djKIxMXbo7sk
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