¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación. (Salmos
119: 97).
Los hombres no necesitan la débil
luz de las costumbres y las tradiciones humanas para poder entender las
Escrituras. Eso sería como suponer que la luz del sol, brillando al mediodía en
el cenit, necesitara la escasa lumbre de una antorcha de esta tierra para
aumentar su resplandor. En la Biblia, cada, responsabilidad se expone, con
claridad y cada lección resulta comprensible. El don de Cristo y la iluminación
del Espíritu Santo tienen la finalidad de revelarnos al Padre. La Palabra tiene
el poder para hacer sabio a todo creyente en lo que respecta a la salvación.
"Toda la Escritura es
inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para
instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente
preparado para toda buena obra" (2 Tim. 3: 16, 17). Ningún libro es tan
poderoso como la Biblia con sus comprensivas y ennoblecedoras verdades para
elevar el pensamiento e impartir vigor a todas las facultades. Si la Palabra de
Dios fuera estudiada como debiera, el hombre tendría una amplitud mental,
nobleza de carácter y estabilidad de propósitos raramente vista en nuestros
días.
Se obtienen pocos beneficios con
una escasa lectura de las Escrituras. Uno podría leer toda la Biblia sin
descubrir sus bellezas ni comprender la profundidad de su mensaje. Estudiar un
texto hasta que resalte claramente su significado y la relación que tiene con
el plan de salvación, es de más valor que la lectura ocasional de muchos
capítulos sin tener en vista un propósito definido, y sin obtener ninguna
instrucción positiva. Tenga la Biblia a mano. Cuando encuentre una oportunidad,
léala y memorice los textos. Incluso, cuando camina por la calle, puede leer un
versículo y meditar después en el; contenido para fijarlo en su mente.
Nunca debería estudiarse la
Biblia sin oración. Antes de abrir sus páginas, debemos pedir al Espíritu Santo
que nos ilumine, y esa petición será concedida. Cuando Natanael vino a Jesús,
el Salvador dijo: "He aquí un verdadero israelita, en quien no hay
engaño" (Juan 1: 47). Natanael respondió: "¿De dónde me conoces? Respondió Jesús, y le dijo: Antes que Felipe
te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi" (Juan 1: 48). Si
del mismo modo acudimos a él en busca de iluminación para saber qué es verdad,
Jesús también nos verá en el lugar secreto de la oración. Los ángeles del mundo
de la luz asistirán a los que humildemente busquen la orientación divina.-
Atlantic Union Gleaner, 9 de junio de 1909. 118
AUDIO. https://youtube.com/playlist?list=PLvgp0opDuRFw6vQ5YVlIonyXAPELBB7Zt
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