Al que venciere, le
daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado
con mi Padre en su trono. (Apocalipsis 3:21).
Podemos vencer, sí,
plena y definitivamente. Jesús murió para abrirnos una vía de escape y para que
pudiéramos vencer cada falta, resistir cada tentación y finalmente sentarnos
con él en su trono.
Es nuestro privilegio
tener fe y salvación. El poder de Dios no ha disminuido. Es otorgado tan
libremente ahora como antes; pero la iglesia ha perdido su fe para reclamar y
su energía para luchar como lo hizo Jacob, al punto de exclamar gimiendo:
"No te dejaré, si no me bendices" (Gén. 32:26). La fe duradera ha
estado muriendo. Debe ser reavivada en los corazones del pueblo de Dios. Deben
reclamar la bendición. La fe, la fe viva, siempre conduce hacia arriba: a Dios
y la gloria; la incredulidad, hacia abajo: a las tinieblas y la muerte.
Muchos están tan
absortos en sus cuidados y perplejidades mundanales que tiene poco tiempo para
orar, y sienten muy poco interés en la oración. Pueden guardar la forma de la
adoración, pero falta el espíritu de la verdadera súplica. Los tales se han
apartado mucho del Modelo. Jesús, nuestro ejemplo, pasaba mucho tiempo en
oración. ¡Oh, cuán sinceras y fervientes eran sus peticiones! Si el amado Hijo
de Dios fue movido a tal sinceridad y agonía en favor nuestro, ¡cuánto más
necesitamos nosotros, que dependemos del Cielo para nuestra fortaleza, que nuestro
ser entero sea movido a luchar con Dios!
No deberíamos estar satisfechos hasta que cada pecado conocido sea confesado. Entonces, será nuestro privilegio y deber creer que Dios nos acepta. No debemos esperar que otros atraviesen la oscuridad y obtengan la victoria para que nosotros la gocemos. Tal gozo no será duradero. Dios debe ser servido por principio en vez de serlo por sentimientos. De mañana y de tarde deberíamos obtener la victoria por nosotros mismos y en nuestras propias familias.
Nuestra tarea diaria no debería impedimos esto. Debemos tomar tiempo para orar y, mientras oramos, creer que Dios nos escucha. No siempre sentiremos la respuesta inmediata, pero en ese caso nuestra fe es probada. Se nos prueba para ver si confiamos en Dios y si tenemos una fe viva y permanente.
Review and Herald, 4 de septiembre de
1883. 370
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLvgp0opDuRFxYxSediZEkmM9O7h0NazSc
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