Amados, no os
sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa
extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los
padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os
gocéis con gran alegría. (1 Pedro 4:12,13).
De muchas maneras puede
ser beneficiosa para nosotros la oposición que afrontamos. Si es bien
sobrellevada, desarrollará virtudes que nunca hubieran aparecido si el
cristiano no tuviera nada que soportar. La fe, la paciencia, la tolerancia, las
inclinaciones celestiales, la confianza en la Providencia y la simpatía genuina
para con los que yerran son los resultados de las pruebas bien sobrellevadas.
Son las gracias del Espíritu que brotan, florecen y fructifican en medio de la adversidad. La mansedumbre, la humildad y el amor siempre crecen en el árbol cristiano.
Si la palabra es recibida en
corazones buenos y honrados, la mente obstinada será sometida, y la fe,
aferrándose de las promesas y apoyándose en Jesús, triunfará: "Esta es la
victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe" (1 Juan 5: 4).
El que abra las Escrituras y se alimente del maná celestial, llegará a ser participante de la naturaleza divina. No tendrá vida ni experiencia separadas de Cristo. Escuchará la voz de Dios que desde el cielo dice: "Este es mí Hijo amado, en quien tengo complacencia" (Mat. 3:17).
Esa voz es la seguridad de que es
aceptado en el Amado. Sabe que su carácter deberá ser semejante a Aquel en quien
Dios tiene contentamiento. Dios aceptó completamente al Salvador como nuestro
sustituto o garantía. Entonces, apártese de toda iniquidad aquel que se llama
por el nombre de Cristo, y sea uno con él en carácter, para que Jesús no se
avergüence de llamarlo hermano.
Aquel en quien confiamos ha demostrado ser una ayuda siempre presente en todo tiempo de necesidad. "Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria [lo que significa de un carácter a otro mejor] en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor" (2 Cor. 3:18).
"Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo" (2 Cor. 4:6).
Review and Herald, 28 de junio de 1892. 350
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLvgp0opDuRFxYxSediZEkmM9O7h0NazSc
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