Pero cuantas cosas eran
para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. (Filipenses
3:7).
Es mediante el pueblo
de Dios como el abnegado amor de Jesús ha de ser manifestado; pero por el
ejemplo actual de la iglesia, el carácter de Cristo ha sido tergiversado y se
da un concepto falso de él al mundo. El amor propio excluye el amor de Jesús en
el creyente, y por esto no hay en la iglesia mayor celo y más ferviente amor
por quien nos amó primero. El yo es supremo en muchos corazones. Sus
pensamientos, su tiempo y su dinero los usan para la gratificación propia,
mientras las personas por las cuales Cristo murió están pereciendo.
Por eso, el Señor no puede impartir a su iglesia la plenitud de las bendiciones. Honrarla de una manera notable ante el mundo sería poner el sello de aprobación a sus obras, confirmando la falsa representación de su carácter. Cuando su pueblo salga del mundo y abandone sus máximas, hábitos y prácticas, el Señor Jesús obrará con su iglesia; derramará una gran medida de su Espíritu sobre ella, y el mundo conocerá que el Padre la ama. ¿Continuará el pueblo de Dios tan aturdido con el egoísmo?
Su bendición pende sobre ellos, pero no puede ser concedida en su plenitud, porque están corrompidos con el espíritu y las prácticas del mundo. Hay orgullo espiritual entre ellos; y si el Señor actuara como su corazón lo desea, los confirmaría en su estima y exaltación propias. ¿Continuará nuestro pueblo tergiversando a Cristo? ¿Será la gracia de Dios y la divina iluminación suprimida de la iglesia por causa de su tibieza? Así ocurrirá, a menos que se busque a Dios de una manera más cabal, que se renuncie al mundo y se humille ante Dios. El poder convertidor de Dios debe pasar por nuestras iglesias.- The Home Missionary, 1º de noviembre de 1890. 293
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLvgp0opDuRFxYbpvM5t67YPIWXD9NDE5p
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