Nada hagáis por
contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los
demás como superior a él mismo. (Filipenses 2:3).
Los siervos de Dios han
de trabajar en perfecta armonía. La contienda produce alienación, lucha y
discordia. Se me ha instruido que nuestras iglesias no tienen necesidad de
perder tiempo en rencillas. Cuando el
espíritu de contienda batalle por la supremacía, deténganse, arreglen las
cosas; si no, Cristo vendrá rápidamente y quitará el candelero de su lugar. Hágase
una obra ferviente de arrepentimiento. Escudriñe el Espíritu de Dios la mente y el corazón, y limpie todo lo
que estorbe la reforma necesaria. Hasta que esto se realice, Dios no puede concedernos
su poder y gracia. Y mientras estemos sin esto, los hombres tropezarán y
caerán, y no sabrán en qué tropezaron.
El amor de Cristo es el
lazo que ha de unir la mente y el corazón de los creyentes.
La sangre de Cristo fue
derramada para toda la familia humana. Ninguno necesita perderse. Los que no se
salvan perecerán porque decidieron renunciar a una eternidad de bendición a
cambio de la satisfacción de seguir sus propios caminos. Esta fue la elección
de Satanás, y hoy su obra y su reino testifican del carácter del paso que dio. El
crimen y la miseria que llenan nuestro mundo, los horribles asesinatos que
ocurren diariamente, son los frutos de la sumisión del hombre a los principios
de Satanás.
Mis hermanos, lean el
libro del Apocalipsis del principio al fin, y pregúntense si no sería mejor
pasar menos tiempo en luchas y contiendas, y comenzar a pensar cuán rápidamente
nos acercamos a la gran crisis final. Los que procuran hacer aparecer sin
significación especial los juicios que el Señor envía ahora a la tierra, pronto
serán forzados a entender lo que ahora eligen no comprender.- RH, 20/08/1903. 291
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLvgp0opDuRFxYbpvM5t67YPIWXD9NDE5p
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