Estas son las palabras
postreras de David. Dijo David hijo de Isaí, dijo aquel varón que fue levantado
en alto, el ungido del Dios de Jacob, el dulce cantor de Israel: El Espíritu de
Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua. (2 Samuel 23:1,2).
¿Quién Puede medir los
resultados de aquellos años de labor y peregrinaje entre las colinas
solitarias? La comunión con la naturaleza y con Dios, el cuidado diligente de
sus rebaños, los peligros y libramientos, los dolores y regocijos de su humilde
suerte, no sólo habían de moldear el carácter de David e influir en su vida
futura, sino que también por medio de los salmos del dulce cantor de Israel, en
todas las edades venideras, habrían de comunicar amor y fe al corazón de los
hijos de Dios acercándolos al corazón siempre amoroso de Aquel por quien viven
todas sus criaturas.
David, en la belleza y el vigor de su juventud, se preparaba para ocupar una elevada posición entre los más nobles de la tierra. Empleaba sus talentos, como dones preciosos de Dios, para alabar la gloria del divino Dador. Las oportunidades que tenía de entregarse a la contemplación y la meditación sirvieron para enriquecerlo con aquella sabiduría y piedad que hicieron de él el amado de Dios y de los ángeles.
Mientras contemplaba las
perfecciones de su Creador, se revelaban a su alma concepciones más claras de
Dios. Ternas que antes le eran oscuros, se aclaraban para él con luz meridiana,
se allanaban las dificultades, se armonizaban las perplejidades, y cada nuevo
rayo de luz le arrancaba nuevos arrobamientos e himnos más dulces de devoción,
para gloria de Dios y del Redentor. El amor que lo inspiraba, los dolores que
lo oprimían, los triunfos que lo acompañaban, eran temas para su pensamiento
activo; y cuando contemplaba el amor de Dios en todas las providencias de su
vida, el corazón le latía con adoración y gratitud más fervientes, su voz
resonaba en una melodía más rica y más dulce; su arpa era arrebatada con un
gozo más exaltado; y el pastorcillo avanzaba de fuerza en fuerza, de sabiduría
en sabiduría; pues el Espíritu del Señor lo acompañaba.- Patriarcas y profetas,
pp.694,695. 265
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLvgp0opDuRFzZ_A1Yl5Cue5fxawAPGjut
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