Así
que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera
peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo
pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo
mismo venga a ser eliminado. (1 Corintios 9: 26, 27).
Dios
conduce a su pueblo paso a paso. La vida cristiana es una marcha y
una batalla. En esta guerra no hay tregua. El esfuerzo debe ser
constante y perseverante. Mediante la lucha persistente es como se
obtiene la victoria sobre las tentaciones de Satanás. La integridad
cristiana se logra buscándola con avidez y con irresistible energía, y
se la mantiene en virtud de una definida resolución de propósitos...
El
cristianismo tiene un tema que debe ser enseñado, una ciencia mucho más
profunda, amplia y alta que todas las disciplinas humanas y más elevada
que el cielo. Dadas nuestras inclinaciones, si deseamos servir a Dios,
primero la mente debe ser educada, adiestrada y disciplinada.
Hay
tendencias al mal que tenemos que superar. Algunas han sido heredadas y
otras cultivadas. Con frecuencia, hay que descartar la capacitación y
la educación de toda una vida si uno desea aprender en la escuela de
Cristo.
El corazón debe ser educado para que esté firme en Dios. Hay que
cultivar hábitos de pensamiento que capaciten para resistir la
tentación. Tenemos que aprender a mirar hacia arriba. Los principios
de la Palabra de Dios -tan elevados como los cielos, y que abarcan la
eternidad-, deben entenderse e incorporarse a nuestra vida. Cada hecho,
cada palabra y cada pensamiento tiene que estar en armonía con ellos.
Los
preciosos dones del Espíritu Santo no se desarrollan en un momento. El
valor, la fortaleza, la mansedumbre, la fe y la confianza inconmovible
en el poder de Dios para salvar, se adquieren por la experiencia de los
años.
En virtud a una vida de esfuerzos santos y de una firme adhesión a los
principios rectos, es como los hijos de Dios sellarán su destino. No
tenemos tiempo que perder. No sabemos cuán pronto finalizará el tiempo
de gracia. La eternidad se extiende delante de nosotros. El
telón está a punto de levantarse. Cristo pronto volverá. Los ángeles
de Dios están tratando de sustraernos de nosotros mismos y de las cosas
terrenales. No permitamos que trabajen en vano. Testimonies, t. 8, pp. 313, 314. 71 RP EGW
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