Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo
otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí
tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien,
buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel sobre mucho te pondré entra en el
gozo de tu señor. (Mateo 25:20,21.)
La parábola de los talentos debería ser materia de
estudio y oración más cuidadosos, porque tiene una aplicación personal para
cada hombre, mujer y niño que posean la capacidad de razonamiento. La
obligación y responsabilidad están en proporción a los talentos que Dios concede
a cada uno. No hay un solo seguidor de Cristo que no tenga un don peculiar para
usar y del cual es responsable ante Dios.
Muchos han presentado excusas por no cumplir su
servicio a Cristo diciendo que otros tienen mayores dones o ventajas que ellos.
Ha prevalecido la opinión de que sólo los que tienen talentos especiales deben
santificar sus capacidades para el servicio de Dios. Se ha llegado a entender
que los dones se dan sólo a unos que son favorecidos con exclusión de otros,
quienes, por supuesto, no son llamados a compartir las penurias o las
recompensas. Pero en la parábola el asunto no se presenta de este modo. Cuando
el señor de la casa llamó a sus siervos, dio a cada uno su obra.
Toda la familia de Dios está incluida en la
responsabilidad de usar los bienes de su Señor. Cada persona, desde la más
insignificante y desconocida hasta la más importante y exaltada, es un agente
moral dotado con capacidades por las cuales tiene responsabilidades ante
Dios. En grado mayor o menor, todos están
a cargo de los talentos de su Señor. Las capacidades espirituales, mentales y
físicas, la influencia, la posición, las posesiones, los afectos y simpatías,
todos son talentos preciosos para ser usados en la causa del Maestro, y cuyo
fin es la salvación de las personas por las que él murió.
¡Cuán pocos aprecian estas bendiciones! ¡Cuán pocos
buscan aprovechar sus talentos e incrementar su utilidad en el mundo! El
Maestro ha dado a cada persona su obra; la confianza depositada en él está en
armonía con su habilidad, y en proporción con su capacidad. Dios requiere que cada uno sea un obrero en
su viña. Usted ha de realizar la tarea que le fue asignada, y ha de hacerla con
fidelidad.- RH, 1/05/1888. 221
AUDIO: https://youtube.com/playlist?list=PLvgp0opDuRFxTJtmQ8X5_wYad_Ob2DbUh
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