miércoles, 11 de marzo de 2020

30. EL ESPÍRITU ESPERA PACIENTEMENTE. I. LA VENIDA DEL ESPÍRITU.


He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, 
entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. (Apocalipsis 3: 20). 
Todos, desde el mayor hasta el menor, deben ser enseñados por Dios. Podemos ser instruidos por el hombre para ver claramente la verdad, pero sólo Dios puede enseñar para recibir la verdad salvadora, y para que las palabras de vida eterna sean atesoradas en corazones honestos y buenos, Pacientemente el Señor está esperando instruir a cada creyente sincero que desea ser enseñado.

 La dificultad no reside en el instructor, el mayor de todos los Maestros, sino en el aprendiz que, aferrándose a sus propias impresiones e ideas, no renuncia a las teorías humanas y tampoco está dispuesto a aprender con humildad. No permiten que sus conciencias y sus corazones sean educados, disciplinados y adiestrados: como el granjero para labrar la tierra y el arquitecto para construir un edificio. "Somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios" (1 Cor. 3: 9). Cada uno debe ser labrado, moldeado y adaptado a la semejanza divina.

 Mi querido amigo, joven o anciano, Cristo dice: "Si no coméis la carne del Hijo de hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros; si no acepta las palabras de Cristo como las de un consejero suyo, no podrá dar a conocer su sabiduría ni su vida espiritual. "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna... Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él" (Juan 6: 53-56).
 
Cristo dijo: "El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida" (v. 63). Gracias al Espíritu, y al obrar por amor, los que investigan las Escrituras y con fervor buscan entenderla y aceptarla, además de experimentar la santificación que conduce al corazón de la verdad, también serán ayudados a tener la fe que purifica al creyente. Al alimentarse del Pan de la vida nutrirán todos los nervios y músculos espirituales.- Manuscript Releases, t. 8, pp. 162, 163. 41 

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