Pedid a Jehová lluvia en la estación tardía. Jehová hará relámpagos,
y os dará lluvia abundante, y hierba verde en el campo a cada uno. (Zacarías 10: 1).
En el Oriente, la lluvia temprana cae al tiempo de la siembra. Es necesaria para que la semilla pueda germinar.
Por efecto de la fertilizante lluvia, los tiernos brotes se desarrollan. La última precipitación, que ocurre al fin de la temporada, madura el grano y lo prepara para la cosecha. El Señor utilizó este proceso natural con el fin de representar la obra del Espíritu Santo. Como el rocío y la lluvia primero producen la germinación de la semilla y después la maduración del grano para la cosecha, del mismo modo el Espíritu Santo tiene la misión de producir, de una etapa a otra, el crecimiento espiritual.
La maduración del grano representa la culminación de la obra de la gracia de Dios en el creyente.
En virtud de la acción del Espíritu Santo la imagen moral de Dios se perfecciona en el carácter.
Hemos de ser totalmente transformados a la semejanza de Cristo. Muchos han errado en gran manera al no recibir la lluvia temprana. No han obtenido todos los beneficios que Dios ha provisto para ellos. Esperan que su falta será suplida por la lluvia tardía. Tienen la intención de abrir el corazón para recibirla cuando sea concedida la generosa abundancia de la gracia.
Pero incurren en un terrible error La obra de Dios, que comienza en el corazón al momento de conceder su luz y conocimiento, debe crecer continuamente. Cada persona necesita DESCUBRIR su propia carencia. Para que pueda habitar el Espíritu en el corazón, éste debe ser vaciado y purificado de toda contaminación. Sólo mediante la confesión y el abandono del pecado, la oración ferviente y la consagración a Dios, los discípulos pudieron estar preparados para el derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés. Una obra semejante, pero en un grado superlativo, debe hacerse ahora. Luego, lo único que necesita realizar el agente humano es solicitar la bendición, y esperar que el Señor lo perfeccione.
Es Dios quien comienza y termina la obra que hace al creyente completo en Cristo Jesús. Sin embargo, no debemos ser descuidados con la gracia representada por la lluvia temprana. Únicamente los que viven en armonía con la iluminación obtenida, recibirán más luz. A menos que avancemos diariamente en la ejemplificación de las activas virtudes cristianas, no estaremos en condiciones de reconocer la manifestación del Espíritu Santo en la lluvia tardía. Alrededor, otros corazones la podrán estar recibiendo, pero nosotros no lo advertiremos ni la recibiremos. Review and Herald, 2 de marzo de 1897. RP EGW
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