sábado, 16 de junio de 2018

I. LA VENIDA DEL ESPÍRITU: 08. ACEITE EN SUS VASIJAS.


Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; 
más las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas. (Mateo 25: 3, 4). 
Muchos aceptan rápidamente la verdad, pero, al no ser asimilada, sus efectos son neutralizados. Se parecen a las vírgenes necias que quedaron sin la provisión de aceite para sus lámparas. El aceite es símbolo del Espíritu Santo, que llega hasta el corazón gracias a la fe en Cristo. Quienes escudriñan las Escrituras con diligencia y mucha oración, y confían en Dios con una fe firme y obedecen sus mandamientos, están representados por las vírgenes sabias. 

 Las enseñanzas de la Palabra de Dios no son sí o no; sino sí y amén. Las exigencias del evangelio están más allá del alcance humano. El apóstol dice: "Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él" (Col. 3: 17). "Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios" (1 Cor. 10: 31). 

 Es imposible que experimentemos la piedad práctica si dejamos fuera de las cortes del corazón las grandes verdades de la Biblia. La religión de las Escrituras debe entretejerse tanto con los asuntos que el creyentes considera triviales como con los que le parece que son muy importantes. Debe dotarlo de los motivos poderosos y grandes principios que orientan el carácter y el curso de acción del cristiano. El aceite, tan necesario para los que están representados por las vírgenes necias, no es algo que deba ser dejado de lado. El creyente debe traerlo al santuario de su ser para que lo limpie, lo refine y lo santifique. 

 No es teoría lo que se necesita; son las sagradas enseñanzas de la Biblia, las que no constituyen doctrinas inciertas y sin sentido sino verdades vitales que comprometen intereses eternos centrados en Jesús. En él reside todo el sistema de verdades divinas. La salvación del creyentes, mediante la fe en Cristo, es el pilar fundamental de la verdad. Los que ejercitan fe en Jesús lo manifestarán mediante la santidad de su carácter y la obediencia a la ley de Dios. 

 Saben que la verdad que está en Cristo pone al cielo y la eternidad a su alcance. Entienden también que el carácter cristiano debe imitar el de Jesús. En consecuencia, estará lleno de gracia y de verdad. A ellos les es impartido el aceite de la gracia que alimenta la luz que nunca se apaga. El Espíritu Santo, en el corazón del creyente, lo hace completo en Cristo.- Review and Herald, 17 de septiembre de 1895.  EGW RP MHP 

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